Ciclos
Hace tres días apenas terminaba la que sería la última de mis caminatas en Cusco. Cada último paso era un adiós a éste lugar que ha sido mi hogar desde el 24 de junio del 2020.
Fue inevitable llorar, era el final de un ciclo de mi vida en el que me he vuelto a enfrentar a mí misma, donde he vuelto a ver mi depresión y heridas en la gente a mi alrededor, en quienes amo y se volvieron mi familia aquí.
Lima, mi ciudad, gris, sucia, peligrosa y estresante me espera de regreso con los brazos abiertos y dispuesta a devorarme en su rutina. He cambiado mi vuelo, simplemente no quiero volver aún, una semana más y estaré de nuevo en "casa".
Mi hogar ya no existe fuera de mí, me he llevado conmigo como no lo hice toda mi vida tal vez. Me he perdonado y permitido mucho y aún a pesar de ello he vuelto a sangrar y llorar, ésta vez poniéndome de pie mucho más rápido que antes. La soledad ya no es más un motivo de sufrimiento, tal vez ahora es el mayor placer de mi vida.
Siendo honesta como solo puedo ser mientras escribo aquí, en mi espacio y basurero mental, tengo miedo a perderme una vez más. Temo a la culpa que sentiré al no poder vivir nuevamente en mi casa y temo mucho más a caer en la corriente que guía la vida de todos. Me niego a aceptar una vida mediocre pero tal vez he sido bastante mediocre por mucho tiempo.
Quiero estar sola una vez más por siempre antes de decir adiós al ciclo más reparador de mi vida, un año sólo para mí, un año de enamorarme de mi soledad y huir un poco de la marea que me ha guiado siempre.
Estar despierto puede ser una dulce pesadilla, pero gracias a Dios que una vez que se abren los ojos ya no se puede huir más.
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